jueves, 9 de junio de 2011

La batalla de los hijos de predicadores

Por el Pastor y Comunicador Samuel Santana/Concilio Asamblea de Dios, R. D.

Santo Domingo, R. D.-Dentro de la iglesia del Señor, los creyentes que más batallan con su fe son los hijos de los ministros predicadores de la Palabra.Entre los aspectos con los que deben lidiar podríamos citar los siguientes:1. Presión de los hermanos.

Los miembros de la iglesia se hacen ideas muy distantes de la realidad con relación a los hijos de los pastores. Consideran que deben ser seres casi perfectos.

Cuando los ven cometer algo se alarman y suelen llamarle la atención de manera muy dura. Siempre las críticas llueven en su contra.Escuché el testimonio de un hijo de pastor que terminó descarriado de la congregación porque un diácono le dijo un día que cuidara los zapatos que tenía, pues su padre se lo había comprado con los diezmos de todos.

2. Vicisitudes ministerialesEl hijo de un pastor me dijo en una ocasión lo siguiente: “Debido a lo que he vivido en casa, pienso que el ministerio no es para mí”. Lejos de ir a un seminario, el joven estudió derecho y se dedicó al trabajo secular. Incluso, muchos ministros del Señor desean que sus hijos estén realmente seguro de sí están llamados para el ministerio.

La tendencia es que mejor se desarrollen en otras áreas para evitar que en el futuro vivan las precariedades propias de la obra. 3. La doble moralPor más que se quiera evitar, los hijos siempre están familiarizados con el carácter de las gentes con las que lidian sus padres ministros.

La situación es peor si no se tiene el cuidado de no llevar a la casa o al seno de la familia los problemas de la iglesia y de la organización a la que se pertenece. Como no tienen un carácter sólido, maduro y fuerte, pueden ver las debilidades humanas entre los hombres de Dios como algo imperdonable y que relacionan íntimamente con su fe.

Particularmente he escuchado las quejas amargas de hijos de pastores sobre situaciones delicadas dentro del ministerio. Sus padres no tienen ni la más mínima idea de todo lo que ellos saben.Y hablamos de un padre fiel que sufre por situaciones externas. La situación es peor cuando es el propio padre quien maneja una conducta de dualidad entre el hogar y la iglesia.

Hay hijos que al ver al padre predicar en su interior batallan pensando en qué ocurriría si los hermanos lo conocieran tal como él lo conoce.Ante todo eso, lo mejor es ser sincero con sus hijos. Pero, sobre todo, que ellos vean a un hombre que le es fiel a Dios, a su familia y a los demás a pesar de todo lo malo que ocurra a su alrededor.
Que el mundo entero falle, pero no el hombre de Dios que se tiene en el hogar. Esto ayudará a salvar la gran crisis que viven los hijos en su vida espiritual. Lamentablemente hay pastores que han sido muy buenos ganadores de almas y muy buenos hombres de púlpitos, pero han fallado en ser el sacerdote fiel del hogar.

Hay muchas historias tristes sobre predicadores y de líderes de iglesia cuyos hijos están perdidos en la calle, en el alcohol, las drogas, las bandas y la vida mundana.
Los hay que no han llegado a ese extremo, pero en sus relaciones son unos grandes cínicos, pues aprendieron desde muy temprano como serlo a través de un llamado ministro del Señor.
Rev. Samuel SantanaPastor
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